Categorías
podcast

Jazz espiritual: el rezo chirriante

Un par de consejos:

1.
«Todos en este planeta están siempre rogando al Creador por cosas, pero nadie le da nunca nada al Creador. Así que cada mañana le doy al Creador una canción».

2.
«No quiero morir en ritmo de 4 por 4».

La primera exhortación es de Sun Ra, nombre cósmico y artístico de Herman Poole Blount, poeta, pianista y teclista, compositor, arreglista, escritor, visionario, mitólogo y líder de una una big band que superó todos los límites de la improvisación y la unificación de influencias dispares para llegar a un sonido holístico y exótico.

La segunda máxima, acaso complementaria de la primera, fue formulada por Louis Thomas Hardin, conocido por su alias callejero: Moondog, uno de los últimos outsider de la música del siglo XX. Vivió años en la calle e hizo música basada en lo que llamaba métrica-serpiente, que definía como»un ritmo deslizante en compases que no son ordinarios».

Ambos personajes, sembradores de la alegría del éxtasis religioso, aparecen en Las oraciones del jazz espiritual, el nuevo episodio del podcast, que regresa tras una parada técnica-emocional de un mes.

La pretensión del episodio es reunir a una serie de músicos que, desde mediados de los años sesenta del siglo XX, hablaron con el don de lenguas evangélico, rastrearon todas las sendas de la espiritualidad y llegaron a percepciones de una fuerza tan convinciente como para trascender cualquiera de las formas musicales de los discursos ordinarios y lograr transmitir la esencia mística incluso a través del chirrido y el grito.

Este es el tracklist:

01 – John Coltrane – Welcome
02 – Albert Ayler Quintet – Our Prayer
03 – Bubba Thomas and The Lightmen Plus One – All Praises To Allah (Parts 1-2)
04 – Charlie Munro Quartet – Islamic Suite
05 – Michael Garrick Sextet – Temple Dancer
06 – James Tatum Trio Plus – Introduction
07 – Lonnie Liston Smith – Astral Traveling
08 – John Coltrane – A Love Supreme Pt. II – Resolution (directo, Juan-les-Pins, 1965)
09 – Tony Scott – Kundalina, Serpent Power
10 – Rahsaan Roland Kirk – Salvation and Reminiscing
11 – Binder Quintet – Vasvirág
12 – Sonny Sharrock – Black Woman
13 – Steve Reid [featuring The Legendary Master Brotherhood] – Free Spirits-Unknown
14 – Moondog – Viking 1
15 – Sun Ra and His Solar-Myth Arkestra – Pyramids
16 – Ronnie Boykins – The Will Come, Is Now
17 – Phil Cohran and Legacy – The Dogon
18 – Michael White – The Blessing Song
19 – Pharoah Sanders – Hum-Allah-Hum-Allah-Hum-Allah
20 – John Coltrane – Stellar Regions (toma alternativa)

Ir a descargar

Si te gusta lo que encuentras, comparte los episodios en tus redes sociales y suscríbete al podcast desde Ivoox:

https://www.ivoox.com/ajx-suscribirse_jh_925653_1.html

También puedes escuchar el episodio en Apple Podcasts:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/hot-parade/id1532590166

O en Spotify:
https://open.spotify.com/show/782ByrSp1C2LWGKIiA9Fho

Estamos en el blog:
https://hotparade.wordpress.com/

Y en twitter somos:
@ParadeHot

Categorías
podcast

Canciones emparejadas, como los talismanes y las manías

Tras un silencio de más de dos semanas, que intentaré reconducir hacia una frecuencia más estable, el podcast regresa con una entrega que relaciona canciones de dos en dos sin más motivo —disculpen el atrevimiento— que mi capricho.

Este episodio, Una sesión de canciones emparejadas, aspira a jugar con alguno de los misterios que la música retiene y a veces extiende entre sus creyentes. Rondaremos en torno a los ideales románticos de una forma creativa, la música, a la que se ha otorgado la condición de ser el «arte de la noche» porque requiere un acercamiento tan sigiloso que impide entender del todo lo que sucede cuando te dejas llevar por la irracionalidad de las canciones.

Escuchamos nueve parejas de canciones —18 temas en total— para experimentar cómo se aparean las piezas musicales en tu interior y por qué lo hacen. Todos llevamos encima —es decir, por dentro— un directorio que iguala, liga, nivela y une ciertas canciones con otras. ¿Son concordantes en ritmo o fraseos? ¿Imploran la misma respuesta afectiva? ¿Nos devuelven a lugares que son siempre los mismos?…

No tengo respuestas certeras para estas preguntas, pero soy consciente de las alianzas que trazan dentro de mí algunas canciones en busca de hermandad. Sospecho que se trata de elementos magnetizados, formas de concordancia ying-yang, mitades dialécticas de una misma verdad.

En el episodio hay instrumentales valientes; viajes en retroceso al posthipismo californiano y a los ajardinados ambientes de la psicodelia oscura reordenada en el Reino Unido por músicos cercanos al colectivo de King Crimson; un par de guitarristas de nuevo cuño, virtuoso estilo fingerpicking y perfiles complementarios: una es primitivista, inglesa y blanca, y la otra soñadora y afroestadounidense; cantautores conscientes de que la música no debe ser tomada por un trayecto de diversión, sino como umbral de acceso a lo sagrado…

Ejemplo palmario de la pretensión de Una sesión de canciones emparejadas, es el cierre con dos temas tomados de la reedición remezclada de Stage Fright, el disco que ahora cumple medio siglo, y que completó el trío inicial de la saga de The Band de la que nació un nuevo idioma para el poprock, el de la desesperanza, con un matiz de sermón y plegaria. Como digo en algún momento del podcast, es el grupo de mi vida, el que más en carne viva me deja, el que nunca me decepciona, el que siempre me obliga a anudar el pecho para retener las lágrimas.

Son, en suma, canciones agrupadas, como los talismanes y las manías, por motivos plenamente personales.

Tras el final de la entrada inserto algunas piezas de vídeo con protagonistas del episodio.

Este es el tracklist, con las canciones separadas por parejas.

01 – Phil Alvin – The Ballad of Smokey Joe
02 – Dave Alvin – Highway 61 Revisited

03 – McDonald and Giles – Tomorrow’s People – The Children of Today
04 – Pete Sinfield – Under the Sky

05 – The Third Mind – Journey in Satchidananda
06 – Bobby Lee – Join Me In LA Boogie

07 – Gwenifer Raymond – Hell for Certain
08 – Yasmin Williams – After the Storm

09 – Sam Burton – I Am No Moon
10 – Sam Moss – Sunday People

11 – The Clash – Washington Bullets
12 – The Clash – Complete Control

13 – Jefferson Starship – Miracles
14 – Hot Tuna – Bar Room Crystal Ball

15 – Durand Jones & The Indications – Is It Any Wonder
16 – Aaron Frazer – If I Got It (Your Love Brought It)

17 – The Band – Stage Fright
18 – The Band – The Shape I’m In

Ir a descargar

Si te gusta lo que encuentras, comparte los episodios en tus redes sociales y suscríbete al podcast desde Ivoox:

https://www.ivoox.com/ajx-suscribirse_jh_925653_1.html

También puedes escuchar el episodio en Apple Podcasts:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/hot-parade/id1532590166

O en Spotify:
https://open.spotify.com/show/782ByrSp1C2LWGKIiA9Fho

Estamos en el blog:
https://hotparade.wordpress.com/

Y en twitter somos:
@ParadeHot

Categorías
sagrario

El grial perdido y reencontrado de Little Ann

En la época dorada del soul de Detroit, cuando de la factoría de Motown nacían canciones espléndidas con frecuencia diaria, era difícil asomar la cabeza si no eras un superdotado o contabas con el beneplácito de los empresarios. Little Ann Bridgeforth tenía méritos suficientes —sobre todo una voz quebrada que sabía transmitir el desconsuelo del desamor—, pero se quedó en el camino.

Grabó un single temprano —One Down a One Way Street (the Wrong Way)— para Ric-Tic, la discográfica independiente de Dave Hamilton, el guitarrista del grupo estable que tocaba en nueve de cada diez éxitos de Motown, explotado (diez dólares por canción terminada) y ninguneado por el dueño de la megaempresa, Berry Gordy, el hombre que se hizo millonario aplicando en la fabricación de canciones los mismos métodos industriales de las cadenas de montaje de automóviles.

Hamilton creia en Little Ann y en 1969 grabó el primer y único álbum de la cantante en el estudio casero del sótano del 2548 de la calle Philladelphia, uno de los muchos templos anónimos de la música negra. Por dejadez, falta de dinero o mala suerte, la cinta con las canciones fue olvidada entre muchas otras. Desengañada, Little Ann desapareció del cuadro y se dedicó a buscarse la vida.

En 1990 dos entusiastas archivistas británicos lograron acceder al almacén que guardaba los archivos de Hamilton. Una caja castigada por el tiempo estaba rotulada como «posible disco de Little Ann». Allí estaba el grial.

La cantante, muerta en 2003, no llegó a ver editado el disco, que salió al mercado en 2009 a través de una empresa independiente de Finlandia [aquí se puede acceder al álbum completo en baja resolución de sonido].

En conjunto no es una obra de referencia —hay en ocasiones demasiada dependencia de Motown y estilo imitativo (What Should I Do? podría haber sido cantada por las Supremes)—.

Pero el tiempo se detiene con Deep Shadows, que inserto en el vídeo de abajo, un lamento que condensa todos los valores del soul: la profunda gravedad de la ruptura, la voz serpenteante de una mujer a punto de caer, el desamparo…

Una obra maestra, una de las mejores baladas de pérdida y dolor de los años sesenta, y una cantante que emergió del olvido cuando para ella era demasiado tarde. No para nosotros.

[Este post procede de mi web personal]

Categorías
sagrario

‘Sé dónde está la bala’, dijo Johnny Ace antes de llevarse el revolver a la sien

Una fábula crepuscular.

Johnny Ace —de nombre real John Marshall Alexander, Jr.— reunía todos los componentes de la fórmula equilibrada: nacido en Memphis (1929), la ciudad donde el viento sabe cantar baladas; hijo de predicador baptista y, por obligación filial, con la garganta educada en los coros dominicales; bien dotado intérprete de piano; con facilidad para componer melodías esponjosas y quedonas…

La época también era la oportuna: la primera mitad de los años cincuenta, cuando los músicos negros del sur de los EE UU cautivaron por primera vez a los jóvenes blancos con canciones de resbaladiza lascivia y melodías que parecían descender desde las estrellas de un cielo nocturno de verano.

A Johnny Ace no le iba nada mal. Ganaba un buen dinero tocando como asalariado en el grupo de BB King y daba salida a sus dotes como compositor grabando para una de las discográficas independientes con más empuje, Duke. Entre 1952 y 1954 encadenó singles que se vendieron con facilidad de canciones de amor en clave urbana. Eran fáciles, pegadizas y contenían la siempre latente promesa de noches románticas a la luz de la luna. Johnny y su voz templada eran objetos de adoración entre los adolescentes.

Cross My Heart, The Clock, Please Forgive Me y Never Let Me Go le convirtieron en residente habitual de las listas de éxitos. Empezó a ganar dinero y a dar conciertos. Solía in en tándem con la gran Willie Mae Big Mama Thornton, la mujer que inspiró a Elvis Presley.

El 24 de diciembre de 1954 los contrataron para un concierto especial de Navidad en el City Auditorium de Houston-Texas. Ace estaba pletórico: tras la actuación regresaba a Memphis para unas semanas de descanso. Una hora antes del show compró al contado un Oldsmobile para llegar a casa en el coche flamante que merecía un triunfador.

Sobre lo que sucedió en el local no hay unanimidad. Según Thornton, Johnny no había dejado de beber whisky desde hacía horas y estaba muy borracho. Según otras fuentes, desde mucho antes la tragedia rondaba al músico, que tenía 25 años y no había podido digerir la fama sin perder la cordura en el camino: llevaba siempre encima un revólver y le gustaba jugar a la ruleta rusa con una bala en el tambor.

Entre bastidores y antes del concierto, se pavoneó con el arma, apuntando a algunos invitados. Le dijeron, espantados, que dejara de hacer el idiota, pero insistió en la temeridad sin que nadie lo evitara.

«Sé dónde está la bala. No hay peligro», dijo antes de llevarse el cañón a la sien. El disparo fue mortal.

Al entierro asistieron varios miles de personas. Los discos póstumos de Johnny Ace, sobre todo la balada Pledging My Love, se vendieron como pan caliente.

Décadas después el cineasta Abel Ferrara, que ha sobrevivido a varios abismos, eligió Pledging My Love, donde Johnny Ace promete amor eterno y alma ardiente, para cerrar, antes del inicio de los créditos, la turbia y bestial película Teniente corrupto (Bad Lieutenant en inglés), en la que Harvey Keitel interpreta a un detective de la Policía de Nueva York que busca una imposible redención.

[Esta pieza procede de mi web personal]

Categorías
noticias

Las diez mejores canciones de Soulandia, reino de Stax

Algunas direcciones deberían tener carácter sacramental. Un ejemplo: 926 East McLemore Avenue, Memphis. En la casa de planta baja había una tienda de discos. En el sótano jugaban los dioses.

El inmueble, no hay casualidades cuando hablamos de las posibles variaciones que adopta el cielo cuando se reproduce en la tierra, había acogido un cine, un cofre para encerrarse con los sueños. De esa vida anterior, el local mantenía la marquesina y pronto colgaron de ella orgullosas letras rojas que bautizaban la sede musical: Soulville USA, algo así como Soulandia, EE UU.

Stax. Las marcas a veces lo dicen todo. El chasquido del ritmo primordial: rozas los dedos y haces música.

Stax fue el mejor sello discográfico de soul de la historia, la alternativa rugiente a la blandenguería coetánea de Motown, cuyos artistas aprendían buenos modales en clases pagadas por la empresa, vestían como responsables jóvenes negros que nunca participarían en un disturbio racial y eran contratados sin miedo en los hoteles de los millonarios blancos. No es posible imaginar a Diana Ross robando una cartera.

En Motown sonreían, en Stax sudaban. Motown era el gueto absorbido por el sistema; Stax, la revolución en marcha. Los nombres de las sedes entregaban indicios suficientes sobre las diferencias: Motown operaba desde Hitsville, Exitolandia. Stax, ya lo he dicho, en Soulville. La máquina registradora contra el alma.

Las canciones de Stax fueron la pólvora de los años sesenta. Cada disco que salía del sótano de la avenida East McLemore era un huracán y, pese a las zancadillas de Atlantic, a quien habían entregado la distribución para concentrarse en la música y sin sospechar que la potente discográfica minimizaría a los artistas de Stax para que no hicieran sombra a los suyos (entre ellos a su buque insignia, la dama del soul Aretha Franklin, que competía en la misma liga), se coló en la banda sonora de la época para no ser desbancado jamás.

Antes de entrar en materia, un apunte aclaratorio: soy fanático de Motown (una discográfica de negros que cantaban para blancos) y sigo escuchando con harta frecuencia las ñoñerías sublimes de The Supremes y las telenovelas de tres minutos de Smokey Robinson and The Miracles. Me pasma como algunos intérpretes del sello de Detroit se atrevieron a acercarse a la sensibilidad lisérgica de los hippies (sobre todo los inolvidables The Temptations) y como otros, con el tiempo, se enfrentaron a las reglas morales de la casa: respeto eterno e inmutable para Marvin Gaye y What’s Going On, llamado con justicia el Sgt. Pepper’s negro.

Pero, aún así, me quedo con la bravuconería de Stax, una discográfica fundada por blancos —Jim Stewart y su hermana Estelle Axton: STewart/AXton = Stax— pero entregada sin reservas a la sensibilidad negra: baile y sensualidad. Y sin perdir perdón.

Este es, en cuenta atrás, mi top ten de Soulandia.

10. Who’s Making Love – Johnny Taylor, 1968
¿Quién está haciendo el amor a mi chica / Mientras yo estoy por ahí haciendo el amor?, se pregunta el Filósofo del Soul, Johnny Taylor, una máquina de gemidos que no tenía nada que envidiar a James  Brown. Who’s Making Love fue su mayor éxito y uno de los primeros de Stax tras la ruptura de la empresa con Atlantic. En la grabación puede escucharse al siempre carnoso grupo de la casa, Booker T. & the MG’s, y al piano es posible adivinar al por entonces todavía desconocido para las masas Isaac Hayes. Taylor, un gran vocalista injustamente colocado entre los segundones del soul, era también un baladista seductor. Murió en 2000, a los 66 años, de un ataque al corazón.

9. 634-5789 – Wilson Pickett, 1966
Palabras mayores. Wilson Pickett (1941-2006), intérprete de al menos medio centenar de canciones fundamentales, encontró en Stax la casa que necesitaba para soltarse como vocalista brioso y funky, uno de los grandes. Quizá este medio tiempo —titulado con el número real de telefóno de la discográfica— no sea una de sus canciones más conocidas, pero sirve para comprobar la amplísima expresividad de su voz, educada, como puede apreciarse, en los coros de gospel de las parroquias y convertida en aullido en las calles.

8. Everybody Loves a Winner – William Bell, 1967
William Bell fue uno de los más activos músicos de Stax, a quienes había entregado en 1961 uno de los primeros grandes éxitos de la casa, You Don’t Miss Your Water. Prefiero Everybody Loves a Winner, un lamento contenido sobre la delgada línea que separa la fama y la bancarrota (Todos aman a un gandaor / Pero cuando pierdes, pierdes en soledad).

7. Green Onions – Booker T & The MG’s, 1962
¡Esto es de 1962, cuando los Beatles aún sonaban como una rondalla! El riff de guitarra de Steve Crooper es un martillo económico pero radical (¡por ese solo darían la vida muchos!), el bajo de Donald Duck Dunn rompe las paredes, la batería de Al Jackson asusta y el órgano de Booker T. Jones es la esencia de lo impecable. Todo el porvenir está en este instrumental: las filigranas de Hendrix, el orgullo de los mod, la estampa del mejor R&B, el ánimo cool del bebopBooker T & The MG’s, la banda de negros y blancos que tocaba en casi todas las canciones de Stax, fue el primer supergrupo de la historia. Hicieron tanto y tan intensamente que parecen de otro planeta. Muchos creen que fueron el mejor grupo de la historia. No es exagerado pensarlo.

6. Walking the Dog – Rufus Thomas, 1963
Mentor y padrino de gran parte de las figuras del northern soul, pionero del rock and roll, padre de Carla Thomas —importante por sí misma—, Rufus Thomas empezó como comediante y nunca dejó de lado la vis cómica en sus canciones directas y divertidas en las que circulaba por el lado brillante de la vida. Walking the Dog, que los Rolling Stones versionaron con nula intensidad en su primer disco, fue uno de los grandes éxitos que grabó en los primeros tiempos de Stax.

5. I’ve Been Loving You Too Long – Otis Redding, 1963
Es muy probable que la evolución musical del soul y el R&B hubiese cambiado de no mediar la prematura muerte del más rutilante y dotado de sus intérpretes, Otis Redding, víctima mortal de un accidente de avioneta en diciembre de 1967, poco después de cumplir 26 años. Es tanta y tan enorme la obra de Redding pese a la tragedia que la truncó antes de tiempo, que esta lista podría limitarse solamente a sus canciones, pero, puestos a elegir, I’ve Been Loving You Too Long es una apuesta segura. Redding, que era un gran compositor —a diferencia de buena parte de los vocalistas de soul, que sólo ponían garganta y sentimiento—, escribió la pieza en la soledad nocturna de un hotel y a medias con Jerry Buttler, el cantante de los Impressions. La lejanía de la persona amada y el sentido de separación que multiplica la entrega y la dependencia brotan, palpables, de la intrepretación, que dejó a los hippies con la boca abierta y en ridículo cuando Redding cantó el tema, unos meses antes de morir, en el Festival de Monterey, demostrando que no es necesario quemar una guitarra en el escenario cuando es tu alma la que está ardiendo. La canción ha sido ampliamente versionada: los Rolling Stones hicieron el ridículo al enfrentarse a una pieza que les viene demasiado grande —Redding les devolvió al favor mejorando Satisfaction con gasolina negra—, mientras que Ike and Tina Turner se pasaron de revoluciones lúbricas —ya se sabe que la contención no es una de las virtudes de Tina—.

4. In the Midnight Hour – Wilson Pickett, 1965
Segunda aparición en este top ten de Pickett —otro que merece un hit parade exclusivo—, esta vez con la inevitable In the Midnight Hour, que el cantante coescribió con Steve Crooper, el guitarrista de Booker T and The MG’s, en un cuarto del motel Lorraine de Memphis, donde en 1968 sería asesinado Martin Luther King. La canción es una de las más recurridas de todos los tiempos (la han tocado desde The Jam —nada mal pese a la reconversión a estilo mod— hasta Roxy Music —patéticos en una recreación de burdel—) pero los copistas harían bien en borrar de la memoria humana todas las versiones: nadie sabe cantar esta propuesta de sexo a medianoche como Pickett, roto y recompuesto en cada verso.

3. Knock on Wood – Eddie Floyd, 1966
La quintaesencia del estilo energético del soul de Stax contenida en tres minutos. Compuesta por Eddie Floyd con la ayuda, otra vez, del incansable Cropper, el primero la canta con poderío, suficiencia y un increible cromatismo. El tema era tan bueno que todo el elenco de cantantes de la casa quiso cantarlo, pero ni siquiera la versión a dúo de Otis Redding y Carla Thomas se acerca a la original.

2. Hold On, I’m Comin’ – Sam & Dave, 1966
Samuel David Moore y Dave Prater, tenor alto y barítono respectívamente, cantaban juntos como Sam & Dave sin mayor gloria desde 1961. Todo cambió cuando ficharon para Stax cuatro años más tarde y uno de los tándems de compositores de la casa, David Porter e Isaac Hayes, comenzó a entregarles canciones resueltas, altivas y animosas que empujan a la ceremonia del baile desde la primera progresión de acordes. Hold On, I’m Comin’ es uno de esos himnos, quizá el más potente, y demuestra la influencia de las candentes maneras interpretativas del dúo en artistas posteriores como Bruce Springsteen, que siempre ha señalado a Sam & Dave como referencia.

1. (Sittin’ On) The Dock of the Bay – Otis Redding, 1968. Una de esas canciones que son patrimonio de la humanidad con más merecimiento que cualquier catedral gótica. Conocida, no creo exagerar, por nueve de cada diez habitantes del planeta, contiene un mensaje de dulce saudade que todos merecemos compartir. Grabada pocos días antes de la muerte de Redding y editada pocas semanas después del entierro —fue el primer número uno póstumo de la historia de las listas de éxito—, nadie creía en la sencillez pop de la balada, ni siquiera la viuda del cantante, que hizo todo lo posible por evitar la publicación porque estaba convencida de que decepcionaría a los seguidores del cantante más carismático de Stax. Redding y Steve Cropper —ya sabemos quién era el genio musical de la discográfica— compusieron el tema en una casa flotante de la bahía de San Francisco, donde descansaban tras el Festival de Monterey. Redding, un tipo físico (190 cm. de altura y 100 kilos de peso) pero muy abierto a las emociones, estaba convencido de que el soul debería migrar, como lo estaba haciendo el rock, hacia terrenos más eclécticos y menos dominados por la fórmula. Le encantaban los discos psicodélicos de los Beatles y pretendía hacer algo parecido con el R&B.

La abigarrada historia de Stax no merece el límite de diez canciones que le ha otorgado esta entrada. Para quienes deseen inmersión completa, el cofre de diez discos The Complete Stax/Volt Singles: 1959-1968 es la opción definitiva: permite apagar la luz, cerrar los ojos y someterse.

Los necesitados de comprobación audiovisual del tóxico poder del mejor soul de la historia pueden acudir a la visión del documental que inserto más abajo: los cabezas de cartel de la discográfica tocando y cantando en directo en la televisión noruega en 1967. Atención a la temperatura ascendente de la fiebre del público: dos centenares de jóvenes nórdicos que empiezan el concierto con cierto aire de arrogante escepticismo y acaban queriendo llevarse con ellos a casa a Otis Redding.

Dos vídeos más cierran el post con extractos de la memorable actuación de Redding en el festival de Monterey, quizá una de las mejores descargas en directo de la historia del pop.

[Este texto fue publicado por vez primera en mi web personal]

Categorías
podcast

Música para perder la cabeza bailando sin normas

En Las zapatillas rojas, un desalmado cuento que Hans Christian Andersen reconstruyó a partir de historias orales sin autor definido, añadiendo efectos para acrecentar la crueldad —método habitual del escritor danés—, la protagonista, una engreída niña huérfana llamada Karen, recibe un castigo inhumano por desear hacer realidad cualquier capricho.

Empeñada en hacerse con unos zapatos de baile rojos, Karen consigue que una anciana se los compre sin sospechar que están malditos: obligan a bailar sin cesar a quien los calce. En la capilla de un cementerio en donde intenta refugiarse del agotamiento, un ángel le explica con voz de trueno:

¡Bailarás, bailarás en tus zapatos rojos hasta que estés lívida y fría, hasta que tu piel se contraiga sobre tus huesos! Irás bailando de puerta en puerta, y llamarás a las de las casas donde vivan niños vanidosos y presuntuosos, para que al oírte sientan miedo de ti. ¡Bailarás!

«The Red Shoes», ilustración de Anne Anderson [Dominio público]

Es irrefutable que bailar no conduce a tan infernal escenario —el asunto acaba aún peor en el relato, con Karen mutilada de ambos pies y los zapatos bailando sin pausa y aún calzados en los apéndices putrefactos de la niña—, pero la satanización del baile viene al caso porque es una frecuente acusación que se formula contra la danza desde sectores conservadores y en el podcast acabamos de publicar el episodio Siempre dislocados: música para bailar diferente.

Presentamos una veintena de canciones que invitan al baile, esa práctica que nos recomiendan consejeros dignos de toda confianza, pero proponemos una aproximación a la música de baile ajena a lo común, que casi siempre significa simpleza, sobre todo en estos tiempos de vibración de nalgas y bajada perreando hacia el suelo en un repetido ceremonial que pretende romper con el decoro y se queda en una coreografía rústica.

El arte de moverse rítmicamente ha merecido muchas palabras, pero quizá es más notable tener presente que ya aparecía en las pinturas rupestres, porque tal vez aprendimos a bailar antes de lanzarnos por los despeñaderos de la lengua, que a menudo conducen a catástrofes y malos entendidos.

Uno de los grandes locos que han iluminado al género humano, Friedrich Nietzsche, dedicó dos sabios aforismos al baile. El primero: «Deberíamos considerar perdidos los días en que no hemos bailado al menos una vez». El segundo y complementario: «Bailar es alcanzar una palabra que no existe. Cantar una canción de mil generaciones».

‘Sugar Shacklores’, del pintor Ernie Barnes

En esta entrega del podcast, la propuesta se alejará del equilibrio entre entre pulsos y acentos o silencios que participan en la construcción de los ritmos musicales. En Siempre dislocados: música para bailar diferente, con el que llegamos al trigésimo capítulo de Hot Parade, reuniremos piezas para ejercitar el baile de forma fracturada, sin que sea necesario un acoplamiento con la música.

Bailar no es siempre un formulismo —ya saben: lento-lento, lento-rápido, izquierda-derecha, adelante-atrás, subida-caída y otras órdenes más o menos laxas según la academia—.

Lo que proponemos es encontrar un latido personal para conseguir, como proponía Charles Baudelaire, que el baile revele «todo el misterio que la música concede».

Acércate a la conmoción de la carne y la turbación del espíritu de la veintena de canciones de géneros diversos que proponemos para perder la cabeza bailando sin normas.

Portada de ‘Teenage – La invención de la juventud, 1875-1945’, de Jon Savage

Como contraste al panorama negrísimo de Andersen que nos sirvió de apertura, ponemos epílogo a esta entrada con una cita del ensayo Teenage – La invención de la juventud [editado en español por Desperta Ferro], del crítico musical inglés John Savage:

En las salas, las mujeres podían bailar con total independencia. Un informe de 1911 redactado por dos reformistas adultos describe el ritual: «Una gran mayoría de las chicas llegaron solas y otro tanto sucedió con los jóvenes. Encontraron pareja en la sala. Pocas presentaciones se vieron; dos chicas bailan juntas y dos jóvenes cuyos gustos satisfacen las eligen y bailan con ellas. Algunos tipos charlan con ellas después del baile, otros no». El informe concluía que, aunque las chicas «estaban resplandecientes y felices y disfrutaban con la diversión», no parecía importarles «qué tipo de jóvenes conocían».

La moda avanzó hacia el centro de la ciudad. La revista Life señaló, en febrero de 1912, que las danzas animales estaban floreciendo «por arriba, por abajo y en medio. El conjunto de bailarines de nuestra ciudad debe de tener medio millón de integrantes». En su guía de la vida nocturna de Nueva York, publicada en 1913, Julian Street consideraba que el baile había creado una «mezcla social como la que nunca se había soñado en este país: un revoltijo de gente en el que respetables mujeres casadas y sin casar, e incluso jóvenes recién presentadas en sociedad, bailan, no solo bajo el mismo techo, sino en la misma sala, con las mujeres de la ciudad. Liberté… Égalité… Fraternité».

Este es el tracklist de Siempre dislocados: música para bailar diferente :

01 – A Certain Ratio – Lucinda
02 – Hermeto Pascoal – Voz e Vento
03 – Don Cherry – Brown Rice
04 – Can – Soul Desert
05 – El Michels Affair – Shimmy Shimmy Ya
06 – ESG – You’re No Good
07 – Harpers Bizarre – Witchi Tai To
08 – Ata Kak – Adagya
09 – Jackie Mittoo – Drum Song
10 – Jeff Parker – Go Away
11 – Tim Maia – Nobody Can Live Forever
12 – Allen Toussaint – Out Of The City (Into Country Life)
13 – James K. Nine – Live It Up
14 – Rip Rig + Panic – Take A Don Key To Mystery
15 – A Tribe Called Quest – Get A Hold
16 – Slum Village – Things U Do (Remix), Uh-Ah-Wu-Ah
17 – John Zorn – Erotico (The Burglars)
18 – Suicide – Dream Baby Dream (Long Version)
19 – James White & The Blacks – White Savages
20 – Les Baxter – Tropicando

Si te gusta lo que encuentras, comparte los episodios en tus redes sociales y suscríbete al podcast desde Ivoox:

https://www.ivoox.com/ajx-suscribirse_jh_925653_1.html

También puedes escucharlo en Apple Podcasts:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/hot-parade/id1532590166

O en Spotify:
https://open.spotify.com/show/782ByrSp1C2LWGKIiA9Fho

Estamos en el blog:
https://hotparade.wordpress.com/

Y en twitter somos:
@ParadeHot

Si lo prefieres, puedes escuchar el episodio desde este reproductor:

Ir a descargar

Categorías
podcast

Terry Callier: el soul-pop más delicado

Terry Callier murió el 28 de octubre de 2012 en un silencio de algodones no muy diferente al que envuelve algunas de las canciones que compuso y cantó. Tenía 67 años, se lo llevó un cáncer y encontraron el cadáver en su casa de Chicago, la ciudad en la que había nacido, acaso la única posible para uno de esos músicos que entendía el escalofrío como parte de un acto sexual con el mundo entero y todas las formas de vida.

Compañero de juegos de infancia de tipos encendidos con llamas suaves —Curtis Mayfield y Jerry Butler, es decir, The Impressions—, Callier fue un hijo del gueto de Cabrini Green, un barrio de pandillas, drogas e injusticia, pero también peleón y reivindicativo [este documental repasa la historia antes de que empezasen a demolerlo].

A los 17 años grabó un himno de defensa racial, Look at Me Now, y le invitaron a irse de gira con los pesos pesados de la gloriosa discográfica Chess Records, Muddy Waters, Howlin’ Wolf y Etta James. La madre del muchacho, asustada por la mala fama de aquella pandilla de bluseros depravados, dijo que de ninguna manera y obligó al chico a quedarse en casa y seguir estudiando.

Tampoco tuvieron demasiada repercusión sus tres primeros discos, difíciles de categorizar, oscuros, inclinados hacia el jazz —dos guitarras acústicas y dos bajos que transitan por los caminos instrumentales que abrió John Coltrane en A Love Supreme—, pero con la carnosa tonalidad del soul.

‘The New Folk Sound of Terry Callier’ (1968), ‘Ocassional Rain’ (1973) y ‘What Color Is Love’ (1974)

El primero, The New Folk Sound of Terry Callier, grabado en 1964, contenía una muy novedosa relectura de piezas tradicionales del cancionero popular estadounidense, convertidas en espirales que parecían no querer terminar. La publicación del disco se retrasó cuatro años porque al productor, el folklorista Samuel Charters, le dió una venada asocial, se llevó las cintas con él a un retiro en el desierto mexicano y no regresó al mundo hasta 1968.

Las dos siguientes obras de Callier, Ocassional Rain (1973) y What Color Is Love (1974), fueron apadrinadas por el habilidoso Charles Stepney, uno de los productores estrella de Chicago —es el padre de la orquestación psicodélica de Earth, Wind & Fire—. Los álbumes son joyas únicas, cercenantes expresiones de sensualidad contenida y texturas circulares.

Aunque le contrataban con asiduidad en los clubes del área metropolitana de Chicago, Callier no se ganaba la vida con la música. En 1982, después de pagar de su bolsillo el single I Don’t Want to See Myself (Without You) y comprobar cómo sus canciones eran de nuevo ninguneadas, decidió dejar de intentarlo y aceptó un contrato como programador informático en el National Opinion Resource Center, una organización dedicada a los estudios de opinión vinculada a la Universidad de Chicago.

Sus compañeros de departamento ni siquiera sabían que el nuevo empleado era músico. En realidad ni siquiera lo era: entre 1983 y 1988 no puso las manos sobre una guitarra. Si estaba decepcionado, ocultó la decepción con optimismo y paz de espíritu.

El milagro ocurrió a principios de la década siguiente y vino del otro lado del Atlántico. Algunos pinchadiscos ingleses habían descubierto que la música sinuosa de Callier y sus derivas largas y palpitantes encajaban con naturalidad en las mezclas para las sesiones de acid jazz. Pronto le llamaron para que actuase en el Reino Unido y volviese a grabar.

Los discos que siguieron, sobre todo Timepeace (1998) —al que la ONU galardonó por su mensaje antibélico y de entendimiento global— y LifeTime (1999), le devolvieron a la luz pública y llegaron las colaboraciones con artistas cuarenta años más jóvenes, entre ellos Beth Orton, Massive Attack y Paul Weller.

Conocedor de los caprichosos gustos colectivos y de los cambios de humor del negocio musical, Callier no dejó su trabajo como informático y aprovechaba vacaciones o días libres para actuar durante su tardío renacimiento.

En una entrevista en 1998, declaró que no sentía amargura por haber permanecido en la sombra: «Me siento bendecido por el éxito tardío. Todo sucede cuando debe suceder y cuando lo puedes manejar. Nunca me faltaron recursos y gracias a mi trabajo como programador pude mandar a mi hija a la universidad. No pedía nada más».

[Publiqué esta reseña poco después de la muerte de Terry Callier. La reutilizo ahora en el guión del último capítulo del podcast]

Ir a descargar

Categorías
podcast

La primera canción ‘negra’ que tocó Jimi Hendrix fue un hip-hop

Portada de la primera edición del disco de Lightin’ Rod y Jimi Hendrix

El gran reproche que persiguió a Jimi Hendrix durante toda su carrera fue el de hacer música para blancos. Algo de cierto hay en la crítica: basta ver el abundante material cinematográfico del músico para percartarse de que sus conciertos no eran raciales y uno debe esforzarse para encontrar en los auditorios pieles oscuras.

El fogoso guitarrista —un compendio genético del melting pot estadounidense— reunía ancestros que descendían de esclavos afroamericanos, indios cherokee e inmigrantes irlandeses, pero siempre mostró una personal predilección por los anglosajones. Los músicos de su grupo, The Jimi Hendrix Experience, era cien por cien blancos; eligió el Reino Unido para empezar a volar como estrella; sus muchas novias eran sofisticadas muchachas inglesas y, aunque era un correcto intérprete de blues, despreciaba la gran música soul que medró en su tiempo.

¿Importa la circunstancia de un seminegro dedicado a engatusar exclusivamente a blancos? Desde luego que no a estas alturas de película, pero en su momento era chocante tan clara laxitud racial y Hendrix fue el primero en admitir lo que estaba perdiendo al renunciar a la pegada del soul, la eléctrica potencia del funk y la libertad creativa del jazz. En 1970, hacia el final de su corta carrera, montó el trío Band of Gypsys con dos grandes músicos negros, Buddy Miles y Billie Cox. Con ellos Hendrix hizo la mejor música de su vida.

También empezó a apoyar con donaciones económicas al Black Panther Party, cuyos dirigente le habían dado algún toque por su desentendimiento de la lucha racial.

En 1969, durante una sesión de ensayo de Band of Gypsys en Nueva York, por el estudio pasó a formalizar una visita de cortesía Lightnin’ Rod —luego se cambió el nombre por el de Jalal Mansur Nuridim—, uno de los miembros de The Last Poets, el colectivo de escritores radicales de Harlem que hacían hip-hop antes de que existiese el hip-hop.  El poeta traía unas notas caligrafiadas que narraban la tragedia de una prostituta de lujo. Hendrix (bajo y guitarra) y Miles (batería) estuvieron encantados de poner fondo musical al lírico.

La canción, Doriella Du Fontaine, que estuvo perdida durante años y fue editada finalmente por una discográfica pirata en 1992, muestra la única descarga funk de Hendrix y permite comprobar que, pese a lo que él mismo pensaba, el gran guitarrista sí sabía tocar como un negro.

[Publiqué esta reseña hace un tiempo en un blog en el que colaboraba. La reutlizo en el guión del último capítulo del podcast]

Ir a descargar

Categorías
podcast

Música y fuego

Cuatro llamaradas:

En 1970, en una gira por Europa, James Brown cae en la cuenta de una prenda de vestir femenina que lanzan como novedad las grandes marcas del prêt-à-porter. Gracias al golpe visual escribe una de las canciones de soul-funk más calientes de todos los tiempos.

Shirley Bassey canta su primer single. Tiene 19 años y es tan inocente —nunca sabremos si por sinceridad o pose— que no cae en la cuenta de que la letra de la canción es una descarada invitación explícita al contacto sexual. La BBC, siempre cuidadosa hasta la histeria con los asuntos de la piel, prohibe la difusión de la pieza.

Durante la génesis del disco que estaba llamado a ser la obra maestra de la psicodelia, el niño-genio Brian Wilson se atormenta por las capacidades ocultas de la música que está creando. Está seguro de que una de las canciones es capaz de provocar incendios espontáneos y suspende la grabación del álbum.

A Roy Orbion le llaman Big O por el tono operístico de la voz y la emación trágica que desprenden casi todas sus canciones. Timidez, miedo escénico paralizante, gafas oscuras de montura enorme para ocultarse, trajes negros, un tono sobrecogedor de varias octavas de registro y ni un solo movimiento en escena. Paralizado, encandilante y recolector de fatalidades, en 1968 soporta la peor: la muerte en un incendio accidental de dos de sus tres hijos, Roy, de 13 años, y Anthony, de 8, que estaban al cuidado de los abuelos mientras el cantante giraba por el Reino Unido.

Estas y otras historias candentes que relacionan la música con el fuego aparecen, con análisis y contexto, en el último episodio del podcast.

Se titula Canciones para el ardor: música y fuego.

Este es el ‘tracklist’:

01 – LaVern Baker – Soul on Fire
02 – Ohio PLayers – Skin Tight
03 – James Brown – Hot Pants (She Got to Use what She Got to Get what She Wants)
04 – Macy Gray – Do Something
05 – Eartha Kitt – I’d Rather Be Burned as a Witch
06 – Boyd Rivers – Fire Shed My Bones
07 – Harry Nilsson – Jump into the Fire
08 – Shirley Bassey – Burn My Candle
09 – The Crazy World of Arthur Brown – Fire!
10 – Sons of Kemet – Beware
11 – Bobby Moore & the Rhythm Aces – Go Ahead and Burn
12 – The Meters – Fire on the Bayou
13 – Professor Longhair – Meet Me Tomorrow Night
14 – Johnny Cash – Fuego d’Amor
15 – The Louvin Brothers – Satan Is Real
16 – Roy Orbison – Heartache
17 – George Jones & Keith Richards – Burn your playhouse down
18 – The Beach Boys – The Elements (Mrs. O’Leary Cow)
19 – The Band – This Wheel’s on Fire
20 – Angelo Badalamenti – Montage from Twin Peaks – Girl Talk; Birds in Hell; Laura Palmer’s Theme; Falling

Ir a descargar

Si te gusta lo que encuentras, comparte los episodios en tus redes sociales y suscríbete al podcast desde Ivoox:

https://www.ivoox.com/ajx-suscribirse_jh_925653_1.html

También puedes escucharlo en Apple Podcasts:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/hot-parade/id1532590166

O en Spotify:
https://open.spotify.com/show/782ByrSp1C2LWGKIiA9Fho

Estamos en el blog:
https://hotparade.wordpress.com/

Y en twitter somos:
@ParadeHot

Categorías
podcast

Cofres de lujo para un mundo hiperbólico

El último episodio del podcast Hot Parade, selecciona temas de cajas de esas que la industria etiqueta como ‘super deluxe’ [hurto la tilde del término inicial porque quiero mostrar cuanto de tontería hay en la industria] para convencernos de que compramos material exclusivo.

Los más notables cofres ‘súper deluxe’ de 2020 repasa canciones de discos que requerirían una inversión de unos mil euros de optar por la compra en algún formato físico, sea vinilo o disco compacto.

Desde arriba a la izquierda y en el sentido de las agujas del reloj, imágenes de promoción de los cofres ‘super de luxe’ publicados en 2020 de Richard & Linda Thompson, Prince, Wilco y Tom Petty.

Los mercaderes de las discográficas ofrecen al posible cliente de las ediciones a las que dedicamos este episodio alicientes que comulgan con la mercadotecnia de lo ‘super deluxe’: entre los cofres de alto relieve —lo son, desde luego, en precio— los hay con libretos de tapa dura que podrían pasar por libros, con ensayos encargados a críticos musicales de nivel, muchas fotos e imágenes, carteles de gran formato, vinilos de varios diámetros y colores…

El mundo camina sin pasos en falso y con la complicidad de todos los agentes implicados en el asunto, hacia un mercado musical basado en lo digital como única fuente de alimentación.

El streaming, fundado en un algoritmo personal que una máquina atribuye a cada usuario, es el único medio de desubrimiento musical para el 58% de los adolescentes y el 68% de los mileniales, según datos recientes de mercado.

De seguir por esa senda consumiremos, como en casa de la abuela, lo que te coloquen en el plato. Sea lo que sea.

En tanto, no cesan las ediciones caprichosas de tamaño mamut, con hasta casi 200 canciones, no todas ellas necesarias.

Finalmente, lo que importa es o debería ser la música, pero las empresas editoras-distribuidoras situan las canciones en el terreno de lo accesorio, quizá porque saben que los cofres tienen un target, como dicen en pomposo y bélico inglés, que casi siempre se constriñe a los fanáticos completistas que todo lo desean de sus ídolos, incluso lo inservible o mediocre.

En el episodio del podcast hay material de grandes maestros (Tom Petty, Wilco, Elvis Costello), profetas de la diversión y el baile (Prince), cantautoras (Joni Mitchel, PJ Harvey)…

Son una veintena de canciones contenidas en cajas que costarían, en el caso más extremo, unos mil euros de optar por la compra.

Este es el tracklist:

01 – Elvis Costello – Green Shirt [demo]
02 – PJ Harvey – Dress [demo]
03 – Richard & Linda Thompson – Drunk [demo]
04 – Tom Petty – California [home recording]
05 – Prince – Emotional Pump
06 – Joni Mitchell – Urge For Going
07 – Iggy Pop – Baby [alternate mix]
08 – Neneh Cherry – Manchild [Massive Attack remix]
09 – Wilco – Via Chicago [Live at the Boulder Theater, Boulder, CO 1-11-1999]
10 – Elvis Costello & the Attractions – Oliver’s Army [Riot At The Regent – Live In Sydney ’78]
11 – Richard & Linda Thompson – The King Of Love [Live at the Theatre Royal, London 05-01-1977]
12 – Prince – Blanche
13 – Tom Petty – Harry Green
14 – Wilco – In a Future Age [take 3]
15 – Elvis Costello & the Attractions – Big Boys [alternate version]
16 – Richard & Linda Thompson – Pavanne [Live at Second Story, Bloomington, Indiana, 29-05-1982]
17 – Tom Petty – Don’t Fade on Me [home recording]
18 – PJ Harvey – C’mon Billy [demo]
19 – The Replacements – Can’t Hardly Wait [Jimmy Iovine remix]
19 – Wilco – A Shot in the Arm [remix]
20 – Prince – Can I Play With U [feat. Miles Davis]

Ir a descargar

Si te gusta lo que encuentras, comparte los episodios en tus redes sociales y suscríbete al podcast desde Ivoox:

https://www.ivoox.com/ajx-suscribirse_jh_925653_1.html

O en Spotify:
https://open.spotify.com/show/782ByrSp1C2LWGKIiA9Fho

Estamos en el blog:
https://hotparade.wordpress.com/

Y en twitter somos:
@ParadeHot