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Los tres álbumes de Bob Dylan sin los cuales no habría nada

El vegetal, el animal, cada célula, en cada instante de su vida, son idénticos a sí mismos y, al mismo tiempo, difieren de sí gracias a la asimilación y desasimilación de sustancias, a la respiración, a la formación y muerte de las células.

A partir de Friedrich Engels, autor de la fórmula de la lógica formal según la cual «A es A» y todo objeto es siempre igual a sí mismo, es lícito postular que:

Sin The Velvet Underground and Nico (The Velvet Underground, 1967) no habría David Bowie, Sonic Youth…

Sin King of the Delta Blues Singers (Robert Johnson, 1961) no habría Rolling Stones, Cream, Led Zeppelin…

Sin Horses (Patti Smith, 1975) no habría REM, PJ Harvey, Madonna…

Sin Raw Power (The Stooges, 1973) no habría Sex Pistols, White Stripes…

Sin Discreet Music (Brian Eno, 1975) no habría Björk, U2, LCD Soundsystem, Aphex Twin…

Sin King Tubby Meets Rockers Uptown (Augustus Pablo, 1976) no habría DJ Shadow, David Holmes, The Clash…

Sin Live at the Apollo (James Brown, 1963) no habría Nas, J Dilla, Kendrick Lamar…

Sin The Soft Machine (The Soft Machine, 1968) no habría Can, Radiohead…

Sin Monster Movie (Can, 1969) no habría new wave inglesa con sintetizadores…

Sin Black Sabbath (Black Sabbath, 1970) no habría Nirvana…

Sin Elvis Presley (Elvis Presley, 1956) no habría Beatles.

Sin Hank Williams Sings (Hank Williams, 1952) no habría Elvis Presley.

Sin Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde (Bob Dylan, 1965-1966) no habría nada de nada y el poprock merecería la misma consideración que los merengues.

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Dentro de cuatro días Bob Dylan cumple 80 años. El episodio del podcast Hot Parade Bob Dylan cumple 80 años: ‘Ahora soy mucho más joven’ es un intento de resumir cuánto y cómo puede quemar el contacto con la obra única del mejor músico popular del siglo XX.

Puede ser escuchado aquí:

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Treinta preguntas sobre el poeta eléctrico y sexy Bob Dylan

Cuando Bob Dylan fue galardonado con el Nobel de Literatura en 2016, se desató una, otra, de las fogosas tormentas que persiguen al músico-cantante desde que, hace sesenta años, empezó a frecuentar los escenarios.

En uno de esos planteamientos periodísticos aspiran a la categoría de espejo buscando la confrontación de pareceres, gratamente titulado Bob Dylan pone música al Nobel de Literatura, me pidieron entonces un textito, casi un telegrama, para justificar mi alegría por la concesión del premio al mejor escritor nacido en la maternidad de la música popular.

Titulé la diminuta sonrisa, que aún mantengo pintada en mi careta de payaso con dos términos que merecen sumo respeto: Poesía Stratocaster.

Mi pieza —enfrentada a otra de una recordada amiga que opinaba lo contrario—, decía:

Primer Nobel eléctrico. Me alegro porque no han lamido al insufrible hípster Murakami, el cocacola cero del menú. ¿Lo merece San Bob, juglar, oral, sexy? No más que otros que se quedaron tocando el timbre –Borges, Kiš, Gombrowicz, Nabokov…– y al menos tanto como el autor de radionovelas Gabo. ¿Por qué digo sí? Porque entre 1965 y 1966, Dylan enchufó la poesía a una Stratocaster alimentada con bencedrina. Además, nunca da las gracias y tampoco pide palmas.

Unos meses antes, en mayo del mismo año (2016), cuando Dylan cumplía 75, el mismo diario me había pedido un billete para servir de apoyo a una crónica sobre el aniversario. Titulé aquella opinión, que también sigo custodiando, Huraño y silvestre. Me tomo la libertad de pegar el texto:

Podría inventariar las razones por las que admiro a Bob Dylan, pero ocuparían, desde la portada hasta la contra, todo el ejemplar de este diario. Algunas son pequeñeces (aunque sólo en apariencia): fue el primero en invitar a marihuana a los Beatles y, tras aquellas caladas, los ingleses dejaron la tontuna y se montaron en una nave espacial.

Otras, al contrario, son tan canónicas que bordean lo inmencionable: los discos de refundación del rock and roll de 1965 y 1966, cuando simbiotizó a Presley y Rimbaud en un personaje vertiginoso, celestial y ladino —hubo un tiempo, niños, en que Dylan fue un presagio de Rotten, Cobain y la Baader-Meinhof—; las Cintas del Sótano, el único GPS necesario para comprender el sonido que emerge de la tierra; la Gira de Nunca Acabar, un martirologio en el que anuncia, desde hace treinta años, su disposición a morir sobre las tablas…

Aunque los dos últimos discos, Shadows in the Night (2015) y Fallen Angels (2016), merecen estar en el católogo para bailes de salón de cualquier residencia geriátrica, mantengo el ardor de un enamorado.

Dylan, huraño y silvestre, jamás me ha decepcionado: nunca se ha dedicado, como tantas otras leyendas vivas, a considerar que el mundo gira sobre las punteras de sus zapatos.

Bob Dylan retratado por Elliot Landy en torno a 1967

No fue el único texto que redacté en 2016 sobre Dylan, a cuyos 80 años, que cumple el 24 de mayo, está dedicado el último episodio del podcast Hot Parade. La pelea de gallos alimentada por el Nobel, que los departamentos universitarios y logias cercanas no tragaron sin demostrar el sufrimiento porque les negaban la posibilidad de papers para engorde de nómina mediante falso currículo, me sirvió de acicate para publicar en mi web personal treinta dudas —Bob Dylan, ¿un Nobel videolúdico y transmedia?— que aprovecho ahora el momento para recuperar a partir del siguiente párrafo.

He leído las palabras ‘videolúdico’ y ‘transmedia’ y he sobrevivido. He visto a peritos académicos y escritores de las últimas dos o tres generaciones, como diría el viejito Ginsberg en Howl, en busca «de un cólerico pinchazo». Al parecer pillaron. El Nobel a Dylan fue el tam-tam para que las voces «hambrientas histéricas desnudas» (sin comas, sin tomar aliento) de los «hípsters con cabezas de ángel» se arracimasen en un todos a una de pelotón de fusileros: «grosería, cantante, indigno, Serrat»… Pensando en todos los voceros de la Alta Cultura exclusivista del aquí sólo se entra con carné sindical, formulo estas preguntas-vacilaciones.

1. Tienes veinte años, acompáñeme ahora, cuando aún no sabes de derrotas. Sé gitana out of fashion para mí, descálzate y brinca. Si el circo está en la ciudad, ¿por qué tanta cólera, señorita cupkake?

2. ¿Por qué te conmueven más los perros huérfanos que mi tribu de ancianos?

3. Nos tumbaron los gases de Berkeley. Lloramos como trigales bajo el vendaval. Desmembraron nuestros miembros en Praga y Berlín. ¿Merecimos tanto cuando sólo repartíamos indulgencias y caramelos?

4. Las circunstancias siguen siendo las de tus padres; la diplomacia, la de tus abuelos. ¿Cómo soportas escucharte?

5. Todo se ha roto, el amor está enfermo, la dignidad es una marca de ready to wear, en los templos repican grabaciones de campanas, la indulgencia tiene el tamaño de un grano de arena. ¿Por qué no te vas a cama?

Foto de Bob Dylan en el anuario del instituto donde estudió Secundaria

6. No portees, olvida amamantar a futuros esclavos, no leas a tus compañeros de clase, no votes PACMA, desnúdate con rubor, tuéstate al sol sucio de medianoche. ¿Cuándo vas a dejar de ser una histérica?

7. Pon en peligro la salud. Deja que los dientes se te pudran como la chaqueta. ¿Queda libre alguno de tus agujeros para esconderme dentro?

8. Nos intoxicaron en Wight, frente al sepulcro de Shelley. Mezclaron insecticida y alcaloides. ¿Entiendes la geometría de la inocencia?

9. No vas a morir, no es veneno. No vas a enloquecer, no es un máster ¿Por qué eres tan poco tarántula?

10. ¿Cuándo vas a dejar que borre tu inútil experiencia y destroce tanto artefacto, tanta joya y tanto binocular? ¿Cuándo empezarás a ser más drástica?

11. No te hagas la francesa, no te pongas mona, no hay zombie para ti en esta serie. ¿Que vas a hacer cuando no queden ambulancias para llevarte a casa?

12. Me dicen que te casas, que sirves un bufé, que tienes lista de bodas, que vas a trabajar como gólem, que nada te aprieta… ¿Dejarás algún día de ser tan moderna, tan parásita?

13. ¿En que almacén debo archivarte? ¿Por qué no me dejas ser Judas y venderte por un puñado de fango?

14. Y tú, profesor ayudante y sin lágrimas, ¿de qué te sirven las lecciones de la Escuela de Fráncfort cuando te miras en el espejo y ves un cuervo?

Casa en la que Dylan pasó su infancia y adolescencia en Hibbing, en el estado de Minesota

15. El pan caía de nuestras manos y el tiempo caía en besos y nosotros caíamos también. Agotamos  los gemidos y solo nos quedaba vivir. ¿Ya no recuerda tu cátedra cuánto y en qué cantidad?

16. Ese lápiz que sujetas, ¿significa que quieres algo de mí o vas a repetir la clase del curso pasado?

17. Examen de conciencia: ¿cuántas veces has trajinado la palabra metalenguaje desde que te pagan con mis impuestos?

18. ¿Me prestas esa pantera que bebe champán de tu copa?

19. ¿Dónde dejaste la capacidad de ser impío? ¿Por qué temes el pecado?

20. Nos alojamos en habitaciones tristes, bajamos a Mozambique, celebramos un jolgorio y quemamos un millón de dólares… ¿Por qué has dejado de golpear?

21. Fregamos el suelo con bombones, soñamos con hogazas de pan colectivas, matamos a palos los insectos, nos negamos a sufrir a Kant ¿Estás ahí o eres una sombra?

22. Ganamos en el torneo de las biografías ¿Cuando quemaste las alas que ennoblecían tu espalda?

23. Aseguras que renaceré en los restos de tu saliva, que bailaré en la pista de tus arrugas futuras… ¿Por qué me invitas a comprar cadenas, magister?

24. Tenemos uñas sucias de ferroviario, llegamos a los pasillos hambrientos ¿Cuánto te despidieron a ti de la factoría de los sueños?

25. ¿Por qué la rutina hitleriana de las amapolas romántico-expresionistas o los trillados rayos de sol, siempre parejos?

26.  Es fácil olvidar, considerar que vivir y revivir y pervivir y sobrevivir son colillas chupadas ¿No aprecias que tu lealtad de la de una caja de zapatos?

27. ¿Qué hacías mientras quemamos sándalo en el búnquer, el gulag, el gueto, la jefatura? ¿Dabas de comer a tu siamés?

28. ¿Por qué no hay sangre en los atriles?

29 . ¿Por qué el Orgullo Gay es una gran fiesta de la cultura?

30. Señorita, profesor, ¿por qué os saca de las casillas el Nobel a un poeta que no es un drama king?

Silueta de Dylan en la portada del disco ‘The Basement Tapes’

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Si quieres escuchar el podcast Bob Dylan cumple 80 años: ‘Ahora soy mucho más joven’ puedes hacerlo en este reproductor.

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Los diez mejores discos de Bob Dylan más allá de filias y fobias personales

A partir del último episodio del podcast, Bob Dylan cumple 80 años: “Ahora soy mucho más joven”, parece adecuado filtrar una suerte de discografía básica para enfrentarse con la obra oceánica del creador más trascendente de la historia de la música popular.

Asentada la entrega de Hot Parede en una selección personal, esta vez enumero y reseño someramente diez discos, digamos, indiscutibles. Aunque es posible y justificable, como intento demostrar en el podcast, casi cualquier otro compendio, esta decena está más allá de filias y fobias.

Blonde on blonde / Bob Dylan, 1966
Noche de ojos abiertos, nuevos sentimientos y nuevos ruidos, poblada de mujeres místicas y sangre rota. La declaración de amor más triste de la historia (Sad Eyed Lady of the Lowlands). Un disco como nunca habrá otro, un cuerpo deshuesado, todo espíritu. San Juan de la Cruz no lo habría cantado mejor.

The Basement Tapes / Bob Dylan and The Band, 1968 (grabación) – 1975 (edición)
Otra gran vuelta de tuerca. Instintivo y rugoso, sin concesiones, una fiesta orbital en el único lugar posible, el sótano de una casa de campo, con los amigos. La historia, toda, de la música popular, deshilada y cosida. La ropa gastada es la que sienta mejor.

Blood on the tracks / Bob Dylan, 1974
Pese a la miseria del acabado (arreglos apresuados y melosos, producción ramplona, voz anulada), las canciones son suficiente milagro. Una colección, en ocasiones emotiva y auto indulgente, de reflexiones sobre lo irrevocable del desamor. Dylan, que negociaba su divorcio, canta con la garganta abrasada. Tangled Up in Blue y You’re a Big Girl Now esclavizan como las manos de una novia.

The times they are a-changin’ / Bob Dylan, 1964
Áspero, con una espada en llamas, el profeta amenaza con el purgatorio, anuncia plagas y desacredita a los infieles. Crudo como un matadero, perdurable en su reclamo de libertad e igualdad. Sin embargo, el mejor momento, es de íntimidad: One Too Many Mornings, un lamento por la matemática inquebrantable del tiempo. Mil mañanas para un jovencillo que deja atónito al mundo y abofeta a los miserables.

John Wesley Harding / Bob Dylan, 1967
Sesenta y una referencias bíblicas en solamente 12 canciones para un disco-instantáneo que no parece haber sido grabado, sino nacido de un fluir. Sin espacios vacíos ni metáforas, simple, casi átono, desarreglado. Junto con Blood on the Tracks, el disco más revelador y biográfico de Dylan. Así suena un bosque en una mañana de febrero.

Live 1966 / Bob Dylan & The Hawks, 1966 (grabación) – 1998 (edición)
Nadie superará nunca la intensidad explosiva de esta grabación en directo, de la gira inglesa de mayo de 1966. Dylan y sus colegas —aún llamados The Hawks, luego serían The Band— escupen furia, mastican anfetaminas y palabras. El momento único que justifica al rock and roll ante la historia que vendrá (sea cual sea) está aquí: un asistente llama-grita-insulta a Dylan («¡Judas!») por haberse entregado a la disolución eléctrica. El bardo calla, rasga el primer acorde, contesta: «No te creo, eres un mentiroso» y grita «uno, dos». Su guitarrista, Robbie Robertson, ordena al grupo: «¡Tocad jodidamente fuerte!». Lo hacen.

Highway 61 Revisited / Bob Dylan, 1965
Pieza media del pasmoso rush de 1965-1966. Situado entre Bringing It All Back Home y Blonde on Blonde. Dylan tiene don de lenguas: escribe páginas y páginas y todas son navajas. El golpe de batería inicial de la primera canción, Like a Rolling Stone, abrió una puerta que ya nadie podrá cerrar.

The Bootleg Series, Vols 1-3 / Bob Dylan, 1961-1989 (grabación) – 1991 (edición)
Cofre documento que agranda la leyenda: el artista cincelando las canciones en el estudio, desentendido de todo lo ajeno al clima y el momento. Primer atisbo del tesoro que nos aguarda: los grandes temas perdidos del extenso catálogo de Dylan.

Time Out of Mind / Bob Dylan, 1997
Sin esperanza. Tras una grave infección de las membranas cardíacas («casi vi a Elvis», dijo tras salir del hospital), Dylan graba un disco crepúscular, de espacios vacíos. Mientras el mundo entero compra un teléfono celular y una computadora, Dylan prefiere el páramo. La última obra maestra.

The Bootleg Series, Vol 5: Bob Dylan Live 1975 / Bob Dylan, 2002
Publicado en 2002, el doble disco recoge algunos momentos de la memorable Rolling Thunder Revue, la loquísima, concurrida —había por momentos 15 músicos en escena— y acelerada por la cocaína gira de Dylan como cómico de la legua por pequeños locales de los EE UU, en algunos de los cuales las actuaciones sólo era anunciadas en el último momento. Aunque parte de la turnée está documentada en la delirante película Renaldo and Clara —culpemos al speed de la coca de las pretensiones de Dylan al creerse capaz de dirigir— y en el disco faltan muchas de las versiones que era improvisadas en cada show (mención especial: una vibranbte recreación de Never Let Me Go del gran Johnny Ace), el volumen es un gran disco en directo.

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El podcast con el que Hot Parade se apunta a la celebración del octogésimo aniversario de Bob Dylan puede ser escuchado en el microrreproductor de aquí abajo:

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Bob Dylan cumple 80: de pillastre ‘folkie’ a profeta iracundo

¿Qué se puede decir sobre Bob Dylan que tenga sentido y no consista en repetir lugares comunes?

Formulo la pregunta cuando el músico-compositor, acaso el de más importancia de nuestro tiempo, está cerca de cumplir 80 años —la fecha exacta del aniversario es el 24 de mayo—.

En el nuevo episodio del podcast, Bob Dylan cumple 80 años: “Ahora soy mucho más joven” afrontamos el desafío mediente la selección de 20 canciones que abarcan las seis décadas de ejercicio musical del juglar.

No se trata, quedan ustedes avisados, de un grandes éxitos, sino de un devocionario personal de quien, como yo, cree en Dylan como fundamental consejero, profeta, escritor, folclorista, juglar e intérprete.

El título del episodio está tomado de un lema («entonces yo era más viejo / y ahora soy mucho más joven») que procede del coro de la primera canción (My Back Pages, 1964) en la que Dylan confesó que sentía la portavocía generacional como un peso que no deseaba sobre sus hombros. «Ahora mucha gente hace canciones para señalar con el dedo. Ya sabes, señalan todas las cosas que están mal. Yo ya no quiero escribir para la gente. No quiero ser portavoz de nadie», dijo en una entrevista de la época.

Versión inicial de ‘My Back Pages’ publicada en el cuarto álbum en estudio de Bob Dylan: ‘Another Side of Bob Dylan’ (1964).

En el episodio pueden encontrarse canciones de la época inaugural del pillastre que se dedicaba a cantar como un «Charlie Chaplin folkie» en clubes izquierdistas de Nueva York; experimentales creaciones en directo en el estudio durante los años milagrosos del cutting edge, el filo de la navaja, cuando firmó consecutivamente, entre 1965 y 1966, tres de los mejores y más valientes discos de la historia del rock —Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited y el álbum doble Blonde on Blonde—; piezas asombrosas, sucias y chirriante de la gira rechazada por buena parte del público porque era demasiado eléctrica; letanías de sotano; largas canciones-crónica detalladas en lugar, momento y circunstancia, con inicio, desarrollo, inflexiones dramáticas y final; capturas en directo de la gira con nombre suicida, Never Ending Tour, el Tour de Nunca Acabar, que Dylan inició a finales de los años ochenta y mantuvo durante unos 3.000 conciertos mundo adelante…

No falta alguna entrega reciente, como la despiadada Pay In Blood, de 2012, donde Dylan canta como una figura demoníaca o un iracundo profeta del Antiguo Testamento, entre guitarras amenazantes y una letra que distribuye dolor y matanza sin compasión y veneno en cada acorde:

Tus ojos nadarán en algo que tengo en el bolsillo / Tengo perros que desgarrarán tus miembros / Un político suelta su meada / Un mendigo harapiento te lanza un beso / La vida es corta, no dura mucho / Te ahorcarán por la mañana y te cantarán una canción / He vivido un infierno, ¿de qué ha servido? / Mi conciencia está limpia, ¿qué tal la tuya? / Así paso mis días / Vine a enterrar, no a elogiar / Saciaré mi sed y dormiré solo / Yo pago con sangre, pero no es la mía

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Estas son las 20 canciones del set list del episodio:

01 – Mixed-Up Confusion [1962]
02 – My Back Pages [1964]
03 – Talkin’ John Birch Society Blues [1963]
04 – Blind Willie McTell [1983]
05 – Dirge [1974 – con The Band]
06 – Going, Going, Gone [1976]
07 – False Prophet [2020]
08 – Idiot Wind [1974]
09 – Joey [1975]
10 – High Water (for Charley Patton) [2003]
11 – Down in the Flood [1971]
12 – Nobody ‘Cept You [1973]
13 – She’s Your Lover Now [1966]
14 – Tears of Rage [1967]
15 – Po’ Boy [2001]
16 – Ring Them Bells [1993]
17 – Tweeter and the Monkey Man [1988 – Traveling Wilburys]
18 – Tell Me, Momma [1966]
19 – Pay in Blood [2012]
20 – I’m Not There [1967]

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Bob Dylan, Roger McGuinn, Tom Petty, Neil Young, Eric Clapton y George Harrison cantan ‘My Back Pages’ en el concierto de 1992 que celebraba los treinta años en activo del primero
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El papel en el bolsillo de Coltrane en el último concierto de su vida

La última grabación en vida deJohn Coltrane fue el concierto en el Center of African Culture de Harlem en abril de 1967.

Se le conoce como Olatunji Concert, porque el local había sido fundado por el amigo de Trane Babatunde Olatunji (1927-1993), percusionista nigeriano que compuso Jingo, el tremendo canto de caza que Santana convirtió en 1969 en una tormenta de sexo.

Al título del disco se añade la nota The Last Live Concert, un epílogo necesario para anotar que Trane ya estaba muy enfermo.

Tenía 40 años y era hermoso, como si el cáncer de hígado no pudiese competir con la piedad de su ánimo.

Entonces, en 1967, era el único músico capaz de explicarse a sí mismo mientras el rock niñeaba con el cabaret y Bob Dylan tenía miedo de ser Bob Dylan.

En 1967 todos amábamos a Barbarella y al año siguiente la policía nos rompió los sueños y los dientes. Empezamos entonces a amarnos a nosostros mismos (hasta hoy, así nos va).

Trane tenía un sueño terreno, menos necio que los nuestros: quería romper el esnobismo de los enteradillos, dinamitar el freakland de las clases, las edades, las pintas, quemar la ropita y hacer música con las cenizas en un local de ensayo abierto al mundo.

Mientras los músicos patriarcales del hippismo musitaban «om mani padme um» en el asiento de atrás de una limusina, Trane había regresado al barrio: ya no tocaba en teatros, en clubs decadentes y groseros, no quería ser el payaso de nadie, abominaba de los intermediarios.

Prefería tocar para abuelos, padres e hijas, albañiles, camareros y estudiantes: gente triste y buena con diez centavos en el bolsillo.

Lo que había grabado en los últimos meses —Ascension, Interstellar space, Stellar Regions…—, era tan crudo como la piel de un tiburón: Trane creaba y destruía las notas, no dejaba aliento para pensar: bodishatva borracho de espacio y luz, tenía la mente en el mejor de los lugares posibles, el humilde blanco, color censurado por quienes acaso necesiten considerar la verdad de la espuma de una ola.

—Música de Dios, decía.

No tenía el sex appeal de Miles Davis, la provocadora intransigencia de Charles Mingus, la altanería de Ornette Coleman.

Cuando acababa de tocar, no iba a los camerinos, no se retiraba: bajaba a la platea, se sentaba entre el público. Era simple como barco sin costa y nada necesitaba excepto el énfasis de la felicidad. Como todos los músicos que me hacen llorar, nunca hablaba con lenguaje de músico.

Desde A love supreme (1966), sus nuevos compañeros de viaje –su esposa y pianista Alice, el joven baterista Rashied Ali, el contrabajista Jimmy Garrison; el saxofonista Pharoah Sanders, que se convertiría en leyenda– sólo recibían instrucciones en forma de disimulados koan zen:

—Tocad los colores correctos, las texturas correctas, el sonido de los acordes…

Perdió público: quienes le habían enaltecido como Gran Padre no entendían que cada disco fuese otro mundo de compases rotos. Estaba limpiando el espejo de suciedad y el reflejo, al fin nítido, asustaba.

En el Olatunji, en el corazón del Harlem de los perros que fuman y los niños que ladran, Trane encedió barras de incienso para el público familiar.

Llevaba un papel en el bosillo de la americana: la epifánica oración que había escito para la carpeta de A love supreme:

I have seen God—I have seen ungodly—none can be greater—none can compare to God

El disco (yo no estaba allí: he llegado a pocos lugares con puntualidad exacta) sólo tiene dos temas, una trastornada versión-río (34 minutos) de My favourite things, la canción que nunca dejaba atrás, que nunca era lastre, y Ogunde (28), una pieza de sonoridad africana.

ELATIONS—ELEGANCE—EXALTATION
All from God
Thank you God

En el disco –lo único que tengo ahora para estar allí donde no puedo estar—, no se me ocurre mejor manera de decirlo, los músicos están ardiendo.

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Tres meses después, el 17 de julio, Coltrane murió en el hospital Huntington de Nueva York. El cáncer de hígado no quiso concederle aplazamientos.

En 1966, en una de las escasas declaraciones de principios que redujo a palabras, había dicho:

—Quiero ser una fuerza del bien.

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[John Coltrane vertebra Las oraciones del jazz espitual, último episodio del podcast. Es posible escucharlo por entero (casi tres horas de música, veinte canciones en búsqueda de la joya en el corazón de loto) en el minireproductor de abajo.]

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Un presente más: la grabación (imagen y sonido) de la única interpretación en directo de Coltrane y su inolvidable cuarteto —McCoy Tyner (piano), Jimmy Garrison (contrabajo) y Elvin Jones (batería)— de la suite completa de A Love Supreme. Ocurrió en el Festival de Antibes, en la Costa Azul francesa, el 26 de julio de 1965.

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Jazz espiritual: el rezo chirriante

Un par de consejos:

1.
«Todos en este planeta están siempre rogando al Creador por cosas, pero nadie le da nunca nada al Creador. Así que cada mañana le doy al Creador una canción».

2.
«No quiero morir en ritmo de 4 por 4».

La primera exhortación es de Sun Ra, nombre cósmico y artístico de Herman Poole Blount, poeta, pianista y teclista, compositor, arreglista, escritor, visionario, mitólogo y líder de una una big band que superó todos los límites de la improvisación y la unificación de influencias dispares para llegar a un sonido holístico y exótico.

La segunda máxima, acaso complementaria de la primera, fue formulada por Louis Thomas Hardin, conocido por su alias callejero: Moondog, uno de los últimos outsider de la música del siglo XX. Vivió años en la calle e hizo música basada en lo que llamaba métrica-serpiente, que definía como»un ritmo deslizante en compases que no son ordinarios».

Ambos personajes, sembradores de la alegría del éxtasis religioso, aparecen en Las oraciones del jazz espiritual, el nuevo episodio del podcast, que regresa tras una parada técnica-emocional de un mes.

La pretensión del episodio es reunir a una serie de músicos que, desde mediados de los años sesenta del siglo XX, hablaron con el don de lenguas evangélico, rastrearon todas las sendas de la espiritualidad y llegaron a percepciones de una fuerza tan convinciente como para trascender cualquiera de las formas musicales de los discursos ordinarios y lograr transmitir la esencia mística incluso a través del chirrido y el grito.

Este es el tracklist:

01 – John Coltrane – Welcome
02 – Albert Ayler Quintet – Our Prayer
03 – Bubba Thomas and The Lightmen Plus One – All Praises To Allah (Parts 1-2)
04 – Charlie Munro Quartet – Islamic Suite
05 – Michael Garrick Sextet – Temple Dancer
06 – James Tatum Trio Plus – Introduction
07 – Lonnie Liston Smith – Astral Traveling
08 – John Coltrane – A Love Supreme Pt. II – Resolution (directo, Juan-les-Pins, 1965)
09 – Tony Scott – Kundalina, Serpent Power
10 – Rahsaan Roland Kirk – Salvation and Reminiscing
11 – Binder Quintet – Vasvirág
12 – Sonny Sharrock – Black Woman
13 – Steve Reid [featuring The Legendary Master Brotherhood] – Free Spirits-Unknown
14 – Moondog – Viking 1
15 – Sun Ra and His Solar-Myth Arkestra – Pyramids
16 – Ronnie Boykins – The Will Come, Is Now
17 – Phil Cohran and Legacy – The Dogon
18 – Michael White – The Blessing Song
19 – Pharoah Sanders – Hum-Allah-Hum-Allah-Hum-Allah
20 – John Coltrane – Stellar Regions (toma alternativa)

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Parada técnica-emocional del podcast

No somos –pero somos- pertenencia de alguien
María Victoria Atencia

[Cierre transitorio del podcast. Anoto más abajo siete posibles razones. ¿Para cuándo el regreso? Lo decidirán providencias como mi capricho, el dolor de muelas, la primavera reventada, el vendaval de la senilidad, la jubilación laboral, la indecencia normativa de ganar y ser buena gente, el peso de la primera persona del plural mayestático, la decepción nacida del olvido, la milonga de las tribus… En fin, el trámite de seguir sin heridas]

1
De camino, pero ¿hacia dónde?, ¿qué meta disponen para quienes hemos perdido el afán de llegar a parte alguna?

De camino, es correcto, mas ¿qué dedo índice señala el punto cardinal?, ¿qué huesos tocan las maracas del retorno?

Cuando a Elvis Presley le preguntaron a qué motivo achacaba la locura provocada por su rock and roll, contestó:

—No lo sé. Yo no hice nada, sólo cantaba canciones de otros.

Cuando a Bob Dylan le preguntaron por qué había quemado su guitarra de caja de cedro enchufándola a la red eléctrica, contestó:

—No lo sé. Yo no hice nada, sólo quería tocar jodidamente alto.

Nadie hace nada, todo rueda como la luz en esas películas aceleradas de alta definición, como la pelota de goma en una calle cuesta abajo.

No es necesaria una patada para caerse del vagón en marcha, la gran boca de la velocidad te absorbe, lasciva, cuando le permites abrir la puerta.

2
De camino, pero ¿a qué ritmo?, ¿cuándo empieza a ser un camino y deja de ser un argumento, una trama desproporcionada para tanto disturbio emocional?

De camino, pero ¿cómo distingues?, ¿qué determinación te salpica en el instante exacto, invisible al ojo y los demás sentidos, en que debes reclutar toda la vida y ordenar el ataque?

Cuando a Peter Pan le preguntaron cómo se las apañaba para mantener la infancia disimulada en el almanaque, contestó:

—No lo sé. Yo sólo quiero hacerte rabiar, viejo fósil.

Cuando a Paul Celan le preguntaron qué escoria empleaba para cargar la pluma, contestó:

—No lo sé. Yo sólo pienso en las cenizas oscuras de mamá bailando en el humo de la chimenea.

Cumplen años los días, no las horas. Cuando celebras, suprimes; cuando implicas, ruegas. Rezan las oraciones, no los orantes.

Busqué ángeles entre los hilos del dobladillo, busqué maravillas en los epigramas de las nubes. Sólo encontré un cartel luminoso que decía: «cenas».

3
De camino, pero ¿qué baile organizan en el salón?, ¿quién traducirá para mí los pasquines, el precio de las entradas, la diplomacia de los saludos?

De camino, pero ¿cómo implicarme en el dominio de las pestañas, en el horario de los trenes?, ¿qué sindicato acepta esta federación para dos afiliados?

Cuando a Malcolm Lowry le preguntaron quién mantenía su vaso lleno, contestó:

—No lo sé. Yo sólo confío en Las manos de Orlac, las manos de Peter Lorre.

Cuando al asesino le preguntaron por qué seguía matando, contestó:

—No lo sé. Yo sólo abro los ojos.

El niño intentó romper la distancia con una patada lateral, los soviets intentaron romper las cadenas con hoces y martillos. Nadie selecciona el arma correcta.

Existen catálogos para casi todo: amistades, fábulas, temperamento. Las escuelas de ficción automática son el próximo gran negocio.

4
De camino, pero aún con la maleta despistada, con el permiso de circulación recusado, con la hoja de ruta manchada por la última taza de caldo de gallina.

De camino, pero soñando con el resollar inútil del pez fuera del agua, con la chispa de una piedra contra otra piedra. Soñar es diluirse en una gama de grises.

Cuando a Lenin le preguntaron quién sostenía sus manos al ordenar fusilamientos, contestó:

—No lo sé. Yo sólo pienso en mis hermanos.

Cuando a Dubuffet le preguntaron qué pretendía pintando tonterías, contestó:

—No lo sé. Yo sólo dejo que los pinceles caminen por las calles.

A veces las canciones me sorprenden tullido. A veces las canciones son como un tren perdido y tienes ganas de perseguirlas. A veces las canciones son como cuartos con pésimo mobiliario.

A veces las canciones me sorprenden llamándome idiota. A veces las canciones son frías y espléndidas como la piel de una muñeca. A veces las canciones dejan de oler a huerto para hacerse silencio.

5
De camino, pero puedo equivocarme (aunque, soy consciente, en el tropiezo está el agua menos estancada) y no cantar con el árbol, con el timón, con la ropa de saldo…

De camino, pero el libro no escrito es el único custodio de las verdades, porque un «fino hilo de humo» lleva a la «única resurrección posible».

Cuando al sueño le preguntaron un himno, contestó:

—No lo sé. Yo sólo canto el principio de las cosas creadas.

Cuando a Bruce Chatwin le preguntaron el motivo de su mala educación, contestó:

—No lo sé. Quien no tiene caballo no puede pensar.

A veces las canciones son capullo de seda, lugar escondido. A veces las canciones son neón en el pecho, mareo de pétalos, caras de muerte. A veces conviene enfermar.

A veces las canciones son bahías de nostalgia, destello de mar adentro, verso ondulado. A veces conviene la toxicidad.

6
De camino, porque everlast no es el título de un rock and roll, es cicatriz nunca cerrada.

De camino, porque siempre nos queda el verano de 1967, porque los lugares de culto merecen ser redimidos.

Cuando al hambre le exigieron un motivo, contestó:

—No lo sé. Yo sólo registro los cambios de caudal en la boca.

Cuando a Nashville le pidieron un deseo, la ciudad dejó que hablase el viento:

—No lo sé. Todos los deseos están enterrados con Hank Williams.

A veces las canciones son las reinas del sabbath, las amazonas, las madres de Itaca y quieres ser mujer para saber qué se siente.

A veces las canciones son un estanque de fotografías. A veces restregar no es lo mismo que frotar.

7
De camino, pero ¿quién espera tras la llegada?, ¿cómo cargar el dosel de la cama cuando nunca duermes?

De camino, pero ¿cuándo restauran el color verde tras el incendio?, ¿quién sopla sobre la ceniza para que, apartándola, resucite el dorado?

Cuando al Niño Triste le preguntaron qué combinación de teclas daba acceso a la caja fuerte del pecho, contestó:

—No lo sé. Yo sólo espero el escoplo de tus dedos.

A veces no quieres escapar.

:::

Post scríptum:

La mejor banda sonora para el momento, en mi opinión, está en este reproductor:

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Canciones perdidas y exhumadas para tolerar la noche del mundo

Dientes de plata, un cementerio de canciones, el nuevo episodio del podcast, está concebido como una autoexculpación por haber omitido de mi prontuario emocional y mi memoria las piezas musicales con las que conviví en otro tiempo.

Las encontré hace pocos días al sondear entre documentos antiguos almacenados en un back-up informático y darme de bruces con las reseñas que escribí entre 2003 y 2005 para uno de mis blogs, Dientes de plata. Llamé así a aquella bitácora —no se molesten en buscar rastros, la borré del todo— porque deseaba ofrecer pistas de canciones que concedían el privilegio, o al menos eso pensaba y vendía yo a los escasos lectores, de morder la luz de la luna.

Cuando confronté de nuevo aquellas canciones que significaron tanto, me parecieron cantos de hombres extraños situados, como diría mi entrañable Federico Nietzsche, «frente a la puerta muda y fría del mundo, abierta a mil desiertos», ingresando en la oscuridad, cargando con un peso que no es necesariamente específico de ellos mismos, iluminados sólo otoñalmente, porteadores de los fardos más fatigantes, de canciones que son guía, es verdad, pero también deuda que los demás raramente saldamos.

Para hacer frente a ese débito monté este episodio de retorno y reencuentro con ángeles a quienes olvidé con injusticia. Para mí han salido del abismo y el regreso ha sido como un inesperado disfrute. Espero que a los habituales o visitantes accidentales compartan un placer del mismo calibre.

Si debo establecer un valor para estas canciones perdidas y recuperadas, lo situaría entre los bálsamos que permiten tolerar la noche del mundo.

Este es el tracklist:

01 – Robyn Hitchcok – Creeped Out
02 – Brendan Benson – Spit It Out
03 – Eric Ambel – Revolution Blues
04 – Giant Sand – Les Forçats Innocents
05 – American Music Club – Myopic Books
06 – Edison Woods – Brooklyn Flowers
07 – Neal Casal – It’s Not Enough
08 – Alejandro Escovedo – About this Love
09 – Papa M – She Sais Yes
10 – Steve Forbert – Wild As The Wind (A Tribute To Rick Danko)
11 – Richard Buckner – Invitation
12 – Thalia Zedek – Ship
13 – Wovenhand – To Make a Ring
14 – The Blues Explosion – Spoiled
15 – Loose Fur – Liquidation Totale
16 – Jay Farrar – Lucifer Sam

Puedes escuchar el episodio en este reproductor:

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Canciones emparejadas, como los talismanes y las manías

Tras un silencio de más de dos semanas, que intentaré reconducir hacia una frecuencia más estable, el podcast regresa con una entrega que relaciona canciones de dos en dos sin más motivo —disculpen el atrevimiento— que mi capricho.

Este episodio, Una sesión de canciones emparejadas, aspira a jugar con alguno de los misterios que la música retiene y a veces extiende entre sus creyentes. Rondaremos en torno a los ideales románticos de una forma creativa, la música, a la que se ha otorgado la condición de ser el «arte de la noche» porque requiere un acercamiento tan sigiloso que impide entender del todo lo que sucede cuando te dejas llevar por la irracionalidad de las canciones.

Escuchamos nueve parejas de canciones —18 temas en total— para experimentar cómo se aparean las piezas musicales en tu interior y por qué lo hacen. Todos llevamos encima —es decir, por dentro— un directorio que iguala, liga, nivela y une ciertas canciones con otras. ¿Son concordantes en ritmo o fraseos? ¿Imploran la misma respuesta afectiva? ¿Nos devuelven a lugares que son siempre los mismos?…

No tengo respuestas certeras para estas preguntas, pero soy consciente de las alianzas que trazan dentro de mí algunas canciones en busca de hermandad. Sospecho que se trata de elementos magnetizados, formas de concordancia ying-yang, mitades dialécticas de una misma verdad.

En el episodio hay instrumentales valientes; viajes en retroceso al posthipismo californiano y a los ajardinados ambientes de la psicodelia oscura reordenada en el Reino Unido por músicos cercanos al colectivo de King Crimson; un par de guitarristas de nuevo cuño, virtuoso estilo fingerpicking y perfiles complementarios: una es primitivista, inglesa y blanca, y la otra soñadora y afroestadounidense; cantautores conscientes de que la música no debe ser tomada por un trayecto de diversión, sino como umbral de acceso a lo sagrado…

Ejemplo palmario de la pretensión de Una sesión de canciones emparejadas, es el cierre con dos temas tomados de la reedición remezclada de Stage Fright, el disco que ahora cumple medio siglo, y que completó el trío inicial de la saga de The Band de la que nació un nuevo idioma para el poprock, el de la desesperanza, con un matiz de sermón y plegaria. Como digo en algún momento del podcast, es el grupo de mi vida, el que más en carne viva me deja, el que nunca me decepciona, el que siempre me obliga a anudar el pecho para retener las lágrimas.

Son, en suma, canciones agrupadas, como los talismanes y las manías, por motivos plenamente personales.

Tras el final de la entrada inserto algunas piezas de vídeo con protagonistas del episodio.

Este es el tracklist, con las canciones separadas por parejas.

01 – Phil Alvin – The Ballad of Smokey Joe
02 – Dave Alvin – Highway 61 Revisited

03 – McDonald and Giles – Tomorrow’s People – The Children of Today
04 – Pete Sinfield – Under the Sky

05 – The Third Mind – Journey in Satchidananda
06 – Bobby Lee – Join Me In LA Boogie

07 – Gwenifer Raymond – Hell for Certain
08 – Yasmin Williams – After the Storm

09 – Sam Burton – I Am No Moon
10 – Sam Moss – Sunday People

11 – The Clash – Washington Bullets
12 – The Clash – Complete Control

13 – Jefferson Starship – Miracles
14 – Hot Tuna – Bar Room Crystal Ball

15 – Durand Jones & The Indications – Is It Any Wonder
16 – Aaron Frazer – If I Got It (Your Love Brought It)

17 – The Band – Stage Fright
18 – The Band – The Shape I’m In

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Cien pizarras de 89 países: una colección que dinamita el canon occidental

Apliquemos el nombre que más nos plazca. Las pizarras, lacas o discos de 78 RPM, fueron el soporte en que se distribuyó la mayor parte de la música del mundo desde finales del siglo XIX hasta años tan tardíos como los sesenta y setenta del XX. Están presentes en todos los continentes y en casi todos los países.

La colección Excavated Shellac: An Alternate History of the World’s Music, un cofre de cuatro discos que acaba de ser editado por la discográfica Dust-To-Digital, recupera un centenar de vetustas canciones —algunas tienen casi un siglo de edad— de 86 países eludiendo, con toda intención, el canon occidental del blues, el jazz, el country, el rock, el R&B y otros géneros, para para recuperar la historia de las expresiones musicales en peligro de extinción.

Dedicamos el nuevo episodio del podcast, Una gramola de ‘world music’ en cien discos de pizarra, a la fascinante edición, fraguada a partir de discos de 78 revoluciones por minutos de la época de los fonógrafos, los llamados coloquialmente pizarras porque son oscuros y terrosos como los encerados de las escuelas, o, en inglés, shellacs, porque para fabricar las placas usaban compuestos de materiales como la goma-laca, una resina vegetal.

El responsable de coordinar la antología, Jonathan Ward, no se equivoca cuando escribe en el prólogo de la colección que “con los discos de 78, las lacas, los seres humanos podían escuchar su música por primera vez. La industria de los 78 RPM fue una empresa mundial de gran envergadura que produjo cientos de miles, quizá millones, de grabaciones individuales, pero a veces, por desinterés, puede parecer como si nunca hubieran existido, como si fueran parte de un universo alternativo».

Para Ward, que tardó seis años en culminar el trabajo, los historiadores siguen actuando como colonialistas y embaucadores. «Cuando la gente piensa en los primeros sonidos grabados, si es que alguna vez lo hace, tienden a señalar el jazz temprano estadounidense», precisa. «Nos han dicho durante décadas que de ese género parten los principales intérpretes y canciones que hay que venerar, pero lo cierto es que cada país del mundo tenía sus propios músicos nacionales, sus bandas de pop, sus animadores y sus trovadores».

Este episodio de Hot Parade está dedicado por entero a una colección pasmosa pese a la distancia, moderna pese a la edad y refrescante pese a lo antiguo. Como aconseja Junichiro Tanizaki en el resonante librito El elogio de la sombra, un breviario sobre estética oriental, la suciedad debe ser conservada valiosamente y tal cual es, para convertirla en un ingrediente de lo bello.

Cada pieza de Excavated Shellac: An Alternate History of the World’s Music es una costra de mugre quepermite al oyente retener la belleza y las sombras pasadas y abrir una puerta hacia dimensiones inexploradas.

Este es el ‘tracklist’:

01 – Los Chinacos – Zacamandú (México, 1937)
02 – Andrés Chazarreta y su Orquesta Típica de Arte Nativo – La Doble (Argentina, 1929)
03 – Giovanni Vicari – Rose D’Italia (Italia, 1929)
04 – Liam Walsh – Portlaw Reel (Irlanda, 1925)
05 – Garifulla Kurmangaliyev – Asylzhan (Kazajistán, 1957)
06 – Picoğlu Osman – Sıksara Horon Havası (Turquía, 1939)
07 – Gonxhe Manakovska – More Musa (Macedonia, c.1950)
08 – Júlio Silva – Fado Melancólico (Portugal, 1927)
09 – Cheikh Saïd Relizani – Denhar Mabrouk, Pt. 1 (Argelia, 1939-1940)
10 – Myskal Omurkanova – Oilo Sen (Kirguistán, 1954)
11 – Ne’matjon Qulabdullaev – Bilmasang Bilgil (Uzbekistán, 1962)
12 – Caluza’s Double Quartet – Abaqafi (Sudáfrica, 1930)
13 – Adja Mint Aali – El Khar (Mauritania, 1954)
14 – Sexteto Habanero – Son las dos… China (Cuba, 1927)
15 – Paykān – Khayāl Dilbar (Afganistán, 1959)
16 – Miyagi Michio, Yoshida Kyoto y Miyagi Sayoko – Sakura Variations, Pt. 2 (Japón, 1927)
17 – Toba Batak Ensemble – Riak-Riak (Sumatra, Indonesia, 1950s)
18 – Triki-Trixa de Zumárraga – Ez Dago Larrosarik (País Vasco, España, 1933)
19 – Philip Tanner – The Gower Reel (Gales, Reino Unido, 1936)
20 – Paulos Dikito – Hendeyi Kumunda (Zimbabue, 1954)
21 – Cuarteto Caraquita – Las Bellas Noches de Maiquetía (Venezuela, 1948)
22 – Bonfiglio De Oliveira – Lembrancas do Passado (Brasil, 1932)

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